Parece que la Unión Deportiva Almería va a tener que decir adiós al sueño de la Primera División. Eran tantas las ganas de ascender que comenzaron a celebrarlo antes amarrar el salto que les debía colocar en la liga de fútbol más importante del mundo (así la definen los que dicen saber de este deporte impar, del que yo nada sé ni tengo interés en saber más allá de entender que hay que apostar por algo que a priori es bueno para la ciudad y la provincia).
Hay que ver como se arriman todos al calor del éxito, y lo solo que dejan siempre al perdedor. Con lo poco deportivo que es eso, monsieur Coubertin.
Comidita por aquí, comidita por allá, renovación por aquí, renovación por allá, y mientras los puntos volando uno tras otro.
Quizá se han juntado las ganas de subir a Primera de todos, con los mariachis del merchandising, con los necesitados de alpiste para sus pajarillos cantores, con los postulantes de la gloria propia y la loa mundana, con los faltos de criterio y hasta con los profesionales del arrime para la foto porque la pagan ellos.
Dicen los que dicen saber de fútbol, que hay que extraer consecuencias de lo ocurrido. Dicen que no hay que llorar, que sólo pierde el que antes ha ganado. Vale. Es un consuelo y ya se sabe que quien no se consuela es porque no quiere, y todos quieren consolarse ¿o no?.Pero el Estadio Mediterráneo volverá a estar vacío, la afición -si alguna vez existió- le dará la espalda al equipo, será más difícil encontrar a otro que palme más pasta, y ni Luis Rojas Marcos (que hasta sobrevivió a su hermano Alejandro) levantará la moral de los almerienses. Así nos luce el pelo en todos los grandes proyectos cuando se vienen abajo.
Dicen los que dicen que saben de fútbol, que aún hay alguna posibilidad por pequeña que sea, de que el milagro del ascenso se produzca. Pues vale. Estupendo. Ojalá se así. Entonces será el momento de celebrarlo por todo lo alto. Entonces.
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